jueves, 13 de diciembre de 2018

AGENCIA PACO URONDO

Muchas gracias Franco Dall´Oste y AGENCIA PACO URONDO por la reseña, que pueden leer en el sitio original haciendo Click


CULTURA //// 12.12.2018
Entre lo no dicho y la ausencia
Una reseña de Franco Dall'Oste sobre el libro "Un perro en la puerta de la casa velatoria" de María Soledad Fernández.

Por Franco Dall' Oste
Gracias a diversas fuerzas del destino me llegó la oportunidad de hacer la crónica de la presentación de la novela “Un perro en la puerta de la casa velatoria”, de María Soledad Fernandez, que fuera una de las obras ganadoras del 2° Premio Bernardo Kordon de Narrativa y, para ser sincero, una de las mejores novelas que leí este año. 
Soledad, que se recibió de médica y empezó a escribir hace 6 o 7 años, ya tenía cuatro libros publicados, sobre todo en ediciones de autor. Este libro, editado por Paisanita Editora, es una gran forma de cristalizar un trabajo escritural que -supongo- debe ser paciente y laborioso. ¿Por qué lo digo? Porque llegar a ese nivel de prosa me suena imposible sin trabajo, sin escribir todos los días y pulir una y otra vez la propia voz narrativa. Que Soledad me desmienta si no es así, pero en todo caso creo que, como dijo Edith Saenz en su presentación: “estamos ante una importante escritora”. 
¿De qué trata la novela? El título ya nos traslada a la escena inaugural: mirando un perro junto a la puerta de una casa velatoria. ¿Quién mira? Carolina, la protagonista y narradora. En un monólogo interno cargado de tensión, de opacidades y grietas, ella nos contará su tarde en el velorio de su padre. ¿De qué trata la novela? Coincido de nuevo con Edith: de lo no-dicho. Y quisiera ampliarlo: de la ausencia. 
Lo no dicho aparece desde un comienzo, en forma de un mensaje de texto: “Liberaron el cuerpo. El velatorio es en 54 y 18, a las 7. No llegues tarde”, y la narradora: “Mamá siempre tan dulce. No deja de aleccionarme ni siquiera en momentos como este”. Tensión. Tensión cargada de intriga, y todo construido sobre lo no dicho, sobre la ausencia. La ausencia del padre -una ausencia que se repetía en vida, pero que ahora se convierte en definitiva-, la ausencia de la madre, que no viene, que no llega; la ausencia de una causa de muerte (“ayer estaba bien”); la ausencia de lo que no fue, de que se ausentó de forma violenta, o lo que no se dijo ni se dirá. Hay una cortina que oculta, como un teatro, lo que pasa por detrás: Soledad juega con eso, nos esconde información, deja que los actores y escenógrafos pasen por detrás, manejando los hilos desde la oscuridad. 
Muchísimas cosas no sabremos, porque a su vez estamos en la mente de Carolina: desde allí intentaremos acceder a los personajes que la rodean, que la violentan, los culpables, los verdugos. Pero de todos, la madre es la espada de damocles que pende siempre sobre cualquier decisión que pueda tomar la personaje. Si entrar o no entrar, si ser o no ser, si querer o no querer, o si abortar o no abortar. ¿Qué vida debería tener? Esa no es una decisión que la personaje pueda tomar, o al menos eso nos cuenta ella: la madre es la titiritera de sus fracasos y frustraciones.
¿Pero cómo tramar toda esta tensión estéticamente? Creo que quizás esto es lo que me terminó de convencer de mi primer argumento: que este texto tiene un trabajo de obrero, cada ladrillo, cada palabra, está puesta con cuidado y decisión. En este sentido quiero rescatar el ritmo: oraciones cortas. Y punto. Incluso puntos. Arbitrarios. La autora nos va metiendo en esa mente neurótica, en su respiración misma, ¿cómo? Con puntos. Y los puntos mismos nos dicen que algo está mal, o al menos que hay mucho por detrás del velo del discurso: “Ese olor me despierta y me doy cuenta de que el perro está ahí. Observándome con atención”. 
Sí, la novela trata de la ausencia, pero también de la presencia: de la estructura, del patriarcado y los mandatos sociales. Y a pesar de estar dentro de la mente de Carolina, que todo el tiempo intentará destruir y culpar a su hermana y su madre, y de resignarse al silencio de su padre, el velo empieza a tener grietas. Vemos, a través del lenguaje, como si espiaramos a través de una pared rota, y nos damos cuenta que del otro lado también hay personajes carnales, seres violentados y estructuras que ascienden generacionalmente. Desde la abuela, la tía, el padre, la madre, hasta ella y su hermana, los mandatos y violencias patriarcales descienden como una tradición. Entonces uno logra humanizar a todas ellas, ver algo más, detrás del discurso de la misma Carolina. 
A veces pienso la literatura (ya sé que no soy el único) como la magia: una performance superficial que oculta, trama, las verdaderas lógicas para lograr un efecto en alguien que lee. Y cuando leo una novela como esta, siento que cada parte, cada engranaje, está predispuesto a lograr el efecto: el lenguaje, el ritmo, la construcción de los personajes, del narrador, incluso la brevedad de la novela en contraste con la extensión del título, todo juega un rol en la construcción de significatividad. ¿Y a qué lleva todo esto? A un final que me hizo lagrimear en medio del tren Roca. Lograr eso, lograr una experiencia corporal en el lector, además de existencial, me parece el logro máximo de cualquier escritor o escritora.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Un perro en la puerta de la casa velatoria, por María Insua



Ya el título genera perplejidad, ¿no?: puedo imaginar tantas cosas; hay una promesa de historia que no queremos perdernos. Seguro, hay intriga.
Pero leí la novela porque quería saber qué onda con el perro. ¿Acompañaría la muerte de una mujer como en las esculturas de los sepulcros de la Edad Media?, ¿a un navegante en su noche final?, ¿sería ese perro, finalmente un símbolo de resurrección?
La narradora mantiene la expectativa de qué pasará hasta el final. Sobre todo en la primera parte, en que cada capítulo nos mantiene atentos a lo que vendrá, se genera una tensión teatral muy efectiva:” La tía Carmen llega”, “No puedo llorar”, “Ese olor me despierta y me doy cuenta de que el perro está ahí. Observándome con atención”, “Y ese amor tan puro que lastima por lo que vendrá después”. Ya nos atrapó, no podemos dejar de leer.
La cuestión es cercana a cualquier situación que hayamos vivido. Bien, todes, en el menos triste de los casos, al menos pasamos por la puerta de una casa velatoria y, quizás había un perro. Lo diferente en esta historia es la protagonista: una mujer joven, hija mayor de una familia tipo de clase media argentina. Trabaja en una oficina, no tiene pareja. Hay millones así, ¿qué es lo diferentes, entonces?, que se da cuenta que su vida está predestinada a “ser” de determinada manera por su clase social. Claro, que “ser” implica también lo que “no será”, no puede elegir sin dejar de pertenecer. Esto nos interpela, ¿en qué se transforma nuestra vida cuando no podemos elegir?
Nunca seremos y/o tendremos lo suficiente para complacer al sistema del progreso y del éxito que la clase media nos exige.
Más allá de los conflictos con los otros personajes y con ella misma, la protagonista tiene un problema, cumplir o no cumplir con los mandatos de la clase a la que pertenece.
La novela presenta una visión de mundo: si somos funcionales a las exigencias de un sistema, social, económico, político, familiar y dejamos de lado nuestros deseos seremos profundamente infelices, desapareceremos, nuestra vida pasará inadvertida hasta para nosotros mismos. La narradora nos cuenta:

“A lo lejos diviso una figura esbelta. Lleva tacos altos y un traje entallado negro, como el luto lo requiere. Sin embargo, cada parte de su ser está marcada, ajustada, ceñida.”

He aquí el dilema que nos deja, “ajustarnos”, “ceñirnos” según nos lo requieran o seguir las voces de nuestros deseos.
Texto leído el domingo 9 de diciembre de 2018, en la presentación de “Un perro en la puerta de la casa velatoria”, de María Soledad Fernández (Sole A Sekas), Paisanita Editora, 2018, que realizamos en el Centro Cultural La Macacha de La Plata.

martes, 11 de diciembre de 2018

La super final y la presentación de “Un perro en la puerta de la casa velatoria”, por Franco Dall´Oste


Fue una tarde lluviosa, difícil. Llegar fue una odisea: durante el partido de River y Boca los taxis y remises dejaron de contestar, y por la ventana de aquella casa de City Bell en la que estaba, podía ver los pastizales amarillos que se extendían marcando el fin de la ciudad. Finalmente, pude conseguir quien me acerque al menos para intentar pedir otro taxi, que también me dejaría plantado, hasta que finalmente llegué, empapado y ansioso.
La Macacha, el centro cultural donde sería la presentación, estaba repleto de gente: a pesar de la lluvia y de la super final super postergada que en ese momento estaba inundando el centro platense, la gente se había acercado para poder acompañar a María Soledad Fernández en la presentación de su nueva novela. Era un ambiente cálido: niñes jugando en el suelo de madera, el olor a empanadas en el aire, y los frascos devenidos en vasos repletos de cerveza.
Euge Musa y Nina Rapp abrieron el evento con una serie de canciones hermosas, y luego Soledad dio por iniciada la presentación de “Un perro en la puerta de la casa velatoria”, novela ganadora del 2° Premio Bernardo Kordon de Narrativa, organizado por la Editorial Conejos y Paisanita Editora .
“Estamos acá festejando”, dijo Edith Saenz, y resaltó que “estamos ante una importante escritora”. Lo primero a analizar, entonces, fue el “extraño y atrapante” título: una oración de 9 palabras que destaca en medio de la tendencia a utilizar “un sustantivo o un adjetivo por título”, no sólo en la literatura, sino también en otras artes.
“Es una novela escrita en primera persona, donde la voz de la narradora va recordando hechos de su vida”, dijo Saenz, y ese monólogo interno nos pone en relieve miserias que irán apareciendo a lo largo de la espera de la protagonista por su madre, una persona “patética”, o al menos esa es la versión que tenemos como lectores. “¿Por qué no llega? El lector intuye que pasa algo con esa madre”.
La novela transcurre en una casa velatoria, desde dónde la protagonista se preguntará por el vínculo con su madre, su hermana y su padre. “Ella duda, duda siempre: hasta de la madera del cajón”, dijo Edith, “muchas veces se preguntará: ¿qué hubiera sido de mi vida sí? Y en ese sí -con puntos suspensivos- se plantea hipótesis dolorosas que recorren a lo largo de la novela”.
Pero hay otro protagonista: el perro, al que Caro (la protagonista) humaniza hablándole. Para Edith, este “funciona como la conciencia de la protagonista, o tal vez la conciencia de todos: esa voz que nos interroga, nos mira desde afuera; esa voz que nos molesta y nos interpela”.
“Un perro en la casa velatoria”, es una novela sobre lo no dicho en una familia”, dijo Edith, “sobre lo sobreentendido, el maltrato y la hipocresía”. También destacó que la novela está escrita con maestría, con un lenguaje “claro y sin estereotipos”, y alertó a les lectores: “no se saldrá indemne de ella”.
Maria Insua también se fijo en el título y en la perplejidad que genera: “es la promesa de una historia”, dijo. A su vez, destacó que “la narradora mantiene la expectativa de qué pasará hasta el final”, gracias a la tensión teatral que recorre toda la obra.
¿Qué diferencia ésta historia de cualquier otra historia de alguien que tiene que velar a un ser querido? “La diferencia es la protagonista: una mujer joven, hija mayor de una familia tipo de clase media argentina, que se da cuenta que su vida está predestinada a ser de determinada manera según su clase social. Que ser, implica también, lo que no será”.
Insua se pregunta entonces: “¿en qué se transforma nuestra vida cuando no podemos elegir?”. Nunca tendremos, reflexionó, lo suficiente para complacer “al sistema del éxito y el progreso que la clase media elige”. Entonces el problema de la protagonista pasa por “cumplir o no cumplir con los mandatos de la clase a la que pertenece”.
En este sentido, la novela “presenta una visión de mundo: si somos funcionales, a las exigencias de un sistema social, económico, político y familiar, y dejamos de lado nuestros deseos, seremos profundamente infelices. Desapareceremos”.
Por último, Soledad contó que la novela partió de una sola escena autobiográfica: pasar por delante de un velatorio y que ahí haya un perro durmiendo. “Me gusta”, dijo sobre Carolina, la personaje protagonista, “porque no se hace cargo de lo que hace, siempre la culpa es del otro”. Y también consideró que “la novela trata el aborto desde un lugar diferente”.
La novela estará en el stand de Paisanita el próximo fin de semana, en el marco de la feria EDITA Feria de editoriales 2018, que se realizará en el Centro Universitario de Arte UNLP.
¡Super recomendadísima!

13 / UN PERRO EN LA PUERTA DE LA CASA VELATORIA de María Soledad Fernández

UN PERRO EN LA PUERTA DE LA CASA VELATORIA de María Soledad Fernández, una de las novelas seleccionadas en el Concurso de Narrativa Bernardo Kordon.
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A lo largo de una noche, mientras velan a su padre, la narradora de "Un perro en la puerta de la casa velatoria", repasa, sin buscarlo, distintos episodios de su vida.
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Es una novela que se lee de un tirón, casi sin interrupciones, y a medida que avanzamos en la lectura la sensación de amenaza, se va acentuando. Algo pasa con la madre de la narradora, pero no sabemos qué. Sólo el mensajito que le había mandado: “Liberaron el cuerpo. El velatorio es en 54 y 18, a las 7. No llegues tarde”.
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◄ Fotografías: Leonel Arance
◄ Arte: Mambo Pablo Rivas



Sirius, de Pierre Fankhauser en Revista OTRAS PARTE por Kit Maude

Gracias Revista Otra Parte y Kit Maude por la lectura! Que pueden leer en el sitio original: click acá
 Sirius

Pierre Fankhauser


Sirius, por Martín Schifino


Me da mucho gusto poder decir unas palabras sobre la traducción de esta originalísima novela de Pierre Fankhauser. Es difícil hablar de la traducción en general, porque traducir literatura, como dice por ahí Javier Calvo, es enfrentarse a menudo a «situaciones particulares, voces distintas y excepciones a excepciones». Pero podemos charlar un rato de la particularidad de traducir un libro como Sirius.
De hecho, hubo muchas particularidades. La novela utiliza muchos lenguajes distintos: lenguajes propios de investigaciones forenses, artículos periodísticos, folletos informativos de una secta, cartas de una empresa de seguridad, descripciones de un espectáculo de danza, un reportaje en el que falta una de las voces y varios otros registros. El conjunto es como un collage de documentos encontrados, y la visión total se forma en la mente del lector. Se diría que Pierre tiene muy presente la idea cortazariana de que la literatura es todo lo que se lee como tal, y una de las magias de su novela es convertir en literatura ciertos discursos con muy poco de literario.
Para los lectores, eso es una gran noticia. Pero a un traductor no se lo pone fácil. Yo no sé nada de medicina forense, ni de sectas, ni de empresas de seguridad, ni para el caso de danza; apenas sé un poco sobre periodismo, y lo que sé es que hay que evitar el lenguaje periodístico a toda costa. ¿Cómo hago para serle fiel a una variedad de cosas más o menos desconocidas? La respuesta es que hay que buscar muchas cosas en diccionarios y páginas de internet. Pero quizá lo más importante es encontrar un tono adecuado. Y ahí la decisión es más personal. Con Pierre hablamos mucho del tema. A él le preocupaba que mi versión sonara demasiado pulida, con un exceso de «neutralidad literaria», y a mí me preocupaba exactamente lo contrario, porque si no sonaba bien, la culpa iba a ser mía… Al final, tomamos la decisión de traducir lo que pertenecía a la lengua con expresiones propias de la lengua y lo que pertenecía al autor con expresiones de cuño propio.
También tomamos alguna que otra decisión adaptativa. Por ejemplo, hubo que buscar un título para la serie de capítulos llamada «Contre-enquête». «Contra-investigación», aunque sea el título con el que se tradujo la película francesa llamada Contre-enquête, no me parecía una palabra del español usado en la vida real. ¿Investigación alternativa? Podía ser, pero tampoco me convencía. Entonces me acordé de que la novela de Kamel Daoud Meursault, Contre-enquête había sido traducida al español como Meursault, caso revisado. Me pareció una solución perfecta. Así que les pusimos a los capítulos: «Caso revisado». Gracias a Teresa Lanero, la traductora de Daoud.
Y gracias, también, a Pierre. Toda traducción es una obra en colaboración, pero esta lo fue más que la mayoría. Pierre no solo aclaró mis dudas sobre algunas frases particularmente elípticas, sino que aportó su experiencia como hablante de español para mejorar mis propuestas. Hablamos de cosas bastante técnicas: el peso específico de los verbos en los dos idiomas, la voz pasiva, las nominalizaciones, las distintas formas del pretérito, los pronombres posesivos y la puntuación. Esto no tiene mucho interés para los lectores, pero son la sal de la traducción, y para mí fue muy entretenido poder hablar de ellas con el autor. Lo bueno fue que pudimos afinar mucho la sintonía.
Y la cosa no acabó ahí. Cuando teníamos todo listo, Pierre le entregó el texto la editorial y Gabi Luzzi, la editora de Paisanita Ed, se lo devolvió con unas cuantas correcciones. Cuando empieza a traducir, uno se preocupa mucho por estas cosas; hay incluso quien se ofende. Pero en este caso me alcanzó con un echarles un vistazo para despreocuparme. La corrección respetaba el tono, pero acercaba la novela al español rioplatense, evitando el registro neutro de la versión anterior. Me parece muy oportuno teniendo en cuenta que Pierre terminó de escribir la novela en Buenos Aires.
Para terminar, creo que se podría hacer una analogía entre esta traducción y la novela misma. Hay varias voces superpuestas: la voz francesa de Pierre, la voz argentina de Pierre, mi voz de traductor, las voces de la editora y los correctores, e incluso la voz de un amigo de Pierre, Gustavo Zappa, a quien va dedicada la novela, que trabajó en la primera versión de unos capítulos que consultamos para esta traducción. De todas esas voces, de esos armónicos, surge el timbre particular de Sirius en español. Yo les puedo decir que me gusta mucho como suena el resultado. Espero que a los lectores también.
Martín Schifino

Gracias, Martín Schifino por enviarnos esta presentación de Sirius, de Pierre Fankhauser.
Fue leída por Estela Consigli de AATI el 13 de septiembre de 2018 en la Biblioteca de la Alianza Francesa de Buenos Aires (Microcentro).
Muchas gracias a todxs lxs que nos acompañaron.

martes, 4 de septiembre de 2018

Invitación a Sirius de Pierre Fankhauser


:: Paisanita Editora invita a la presentación de SIRIUS, la novela de Pierre Fankhauser, publicada en 2014 por la editorial suiza BSN Press, traducida por Martín Schifino ::

 En Av Córdoba 946, el jueves 13 de septiembre a las 19hs  

:: Junto a Estela Consigli estaremos charlando con el autor en el marco de la Jornadas internacionales de traducción comparada "Variedades regionales en las lenguas de traducción" ::

 ¡Todxs invitadxs! 



:: Firma de ejemplares, brindis, sorteos, preguntas y más sorpresas! 
 Lxs esperamos!! 







CLIK: Por favor confirmar participación en el evento


Confirma❄

Sirius, de Pierre Fankhauser






SIRIUS, la primera novela de Pierre Fankhauser, originalmente publicada en francés por la editorial suiza BSN-Press, en 2014, será nuestro título número 12.
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La literatura suiza no es muy conocida en Argentina. Es poco frecuente encontrar traducciones de obras suizas contemporáneas, y menos de traducciones de obras actuales. Ojalá sea un acercamiento a esta zona de la literatura y se abra un diálogo. 
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Sirius se inspira libremente en los acontecimientos que llevaron al trágico final de los miembros de la Secta de la Orden del Templo Solar en 1994 y 1995: 69 muertos en Suiza, Francia y Canadá.
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“¿Investigación policial, documento exhaustivo, pura ficción? De todos modos, escalofriante”
Amandine Glévarec, Kroniques.com
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◄ Traducción: Martín Schifino
◄ Fotografías: Noelia Monópoli Fotógrafa
◄ Arte: Mambo Pablo Rivas
◄ Este libro se publica con el apoyo de la Fundación Suiza para la Cultura Pro Helvetia

En "El Eslabón" de Rosario - Mapamundi de Lila Gianelloni


Muchas gracias al periódico rosarino El Eslabón, por tan linda reseña de Mapamundi, de Lila Gianelloni, Paisanita Editora, 2018.



lunes, 25 de junio de 2018

La Nación - Daniel Gigena sobre "Una película vuelve a casa" de Hernán Lucas

Gracias Daniel Gigena por la nota para La Nación, que también pueden leer en el siguiente link:
https://www.lanacion.com.ar/2145216-una-pelicula-dentro-de-una-novela

Una película dentro de una novela

Hace ya treinta y seis años que se estrenó Últimos días de la víctima, la película con la que Adolfo Aristarain lograba burlar la censura de la dictadura militar con una trama que denunciaba algunos de los procedimientos siniestros de la dictadura. Basada en la novela de José Pablo Feinmann, la película se convirtió en un paradigma de la elipsis y la metáfora, dos recursos que otros grandes artistas de la época (Daniel Moyano, Sara Gallardo y Charly García) habían utilizado para crear. En el film de Aristarain, un parco personaje interpretado por Federico Luppi persigue a Rodolfo Külpe, que encarnaba Arturo Maly. El objetivo final era evidente desde el comienzo: asesinar a Külpe y hacer pasar el crimen como uno más de los cometidos por los grupos parapoliciales. Entre paréntesis, todos habíamos quedados obsesionados, como le pasaba al personaje de Luppi, con la performance de Soledad Silveyra.
A fines de 2017, Hernán Lucas publicó su primera novela, basada en parte en una experiencia personal. En Una película vuelve a casa (Paisanita), el protagonista descubre que el edifico porteño al que se acaba de mudar había sido una de las locaciones de Últimos días de la víctima. Las dos torres están situadas en el barrio de Almagro, al costado de las vías del ferrocarril Sarmiento. De manera lenta e insidiosa, la convivencia entre vecinos, las actividades más anodinas y los encuentros casuales se cargan del clima de suspicacia y riesgo que dominaba esa obra de Aristarain. Tanto el edificio como la película son contemporáneos: el film se estrenó en 1982 y las torres se inauguraron un año antes. Ambos habían compartido un mismo tiempo de producción en épocas oscuras y tal vez en los dos, en el edificio y en la película, se cifraron prácticas de un período que quedó atrás para siempre.
Como el personaje de su novela, el autor vive en el edificio. Pero Lucas no se acaba de mudar: está allí desde hace dieciocho años. Algunas de las escenas de la película transcurren en un departamento de dos ambientes como el suyo; escenas en las que el asesino a sueldo entra de manera subrepticia para espiar y conocer mejor a la víctima. En la novela, sin embargo, la suspicacia cede paso a una épica humorística. El protagonista, cuando descubre que la película se filmó en el edificio, quiere organizar una función de homenaje y proyectar el film en la medianera de una de las torres. Invita a la función a los vecinos del consorcio y al mismo Aristarain, a Luppi y el resto del elenco. "Apenas los del FNA me confirmaron que Aristarain y Soledad Silveyra vendrían al homenaje, empecé a redactar un aviso para pegar en las carteleras de las torres. Federico Luppi, en cambio, no iba a poder venir porque para esa fecha estaría de viaje; y por desgracia Arturo Maly, como China Zorrilla y Julio De Grazia, ya se encontraban, como dicen los actores, de gira". Ese tono de homenaje irónico y a la vez genuino da vida a la historia.
Después de que se publicó el libro, al autor lo esperaba un curioso epílogo en forma de experiencia. Cuando decidió poner en venta el departamento para mudarse a otro más grande, el primero en contactarse por Internet fue un tal "Chuck Porris". Desconfiado, Lucas le preguntó si podía conocer su verdadera identidad para avanzar en la transacción. Resultó ser que Chuck era Bruno Aristarain, hijo del director de cine, que no tenía idea de que en ese lugar su padre hubiera filmado una película y mucho menos que se hubiera escrito un libro sobre el asunto.
El día del encuentro para visitar el departamento, los Aristarain se hicieron presentes. Tanto el director de cine como el escritor se sintieron un poco abrumados por el modo en que la realidad completaba sus ficciones. Como ocurre con Últimos días de la víctima, con Una película vuelve a casa y con tantas otras narraciones, el modo de contar una historia define, aunque sea de manera alusiva, el sentido real de lo que se quiere contar.

Nexo Artes y Cultura - RARA FELICIDAD (sobre Fotocopia, de Facu Soto)

Gracias Claudio Dobal por la hermosa reseña para Nexo Artes y Cultura, que también pueden leer completa en el siguiente link: http://www.nexoartesyculturas.com/?p=595


Me di cuenta que estaba haciendo con mi hija lo mismo que mi papá había hecho conmigo, como una fotocopia.
Facu Soto, Fotocopia, 2017


Una fotocopia nunca es perfecta. Nunca es igual. Hay algo de la reproductibilidad técnica que nos hace caer en esa creencia, pero uno sabe que algo siempre es diferente. No digo de peor calidad, ni nada por el estilo. No, no es eso: digo diferente. Siempre hay un cambio de tono, de fuerza en la imagen, en las letras fotocopiadas que no responden del todo al original. Una fotocopia es un igual que no lo es.
Pero siempre hay una razón para la fotocopia. Uno puede hacer una fotocopia porque no quiere, o no puede, volver a copiar algo de manera manual; puede hacerla porque no quiere o no puede comprar el texto o la imagen original; puede hacerla también porque uno necesita intervenir sobre lo copiado, sin marcar el original de manera definitiva; y puede, por qué no, querer una fotocopia porque desea guardar el registro de algo. Y ahí el valor de la fotocopia, de esa fotocopia, es un poco diferente, porque no está asociada a la necesidad.
La tercer novela de Facu Soto, editada por Paisanita Editora, parte de esta analogía. Se presenta a sí misma, y al relato de monólogos múltiples que narra, desde esta construcción: los personajes son fotocopias de otros anteriores, y a su vez, ellos son también fotocopiados por alguien que los continúa, que viene luego. No obstante, y aunque dejando pistas de las mismas, el texto no se detiene en las similitudes, sino que profundiza, marca, hace foco en las diferencias. En lo que hace a cada yo un ser raro para otro. Como dice Lucy en un momento: “Mi papá no es como todos y eso no me gusta”, dice, “mi papá es raro”, termina.
Porque también de eso se trata la cuestión. La novela de Soto se construye a sí misma como una serie de capítulos (¿partes, escenas, monólogos?) cortos que se suceden generalmente en un orden cronológico y alternando entre la voz de un padre gay en busca de pareja y la voz de Lucy su hija que comienza siendo niña y termina siendo una preadolecente. Cada uno con su cronolecto, cada uno con sus intereses y sus palabras, cada uno con su sintaxis y su punto de vista, cada uno con sus dificultades de comunicación, van hablando, también generalmente, del otro. De su contraparte. De ese ser que por momentos resulta un extraño, un raro, al que no se entiende, al que no se acepta como es (al menos no del todo), al que una quiere lejos, no quiere ver más, pero a la que el otro quiere formando parte y construyendo su mundo privado y también su universo público. Esa otra, que cambió (como antes lo hizo él) y de la cual solo quedan ciertos recuerdos de felicidad que, para que no se olviden, para que no se escapen, se registraron en fotos.
Y de esa forma, la novela consigue que el lector, aun con sus confusiones, aun en esos parágrafos que no queda bien delimitado desde el comienzo a quién pertenecen, va identificando a cada uno de los protagonistas del texto no tanto desde la propia voz, sino desde las descripciones del otro. Desde la forma que el otro lo retrata (aunque al final esta práctica también tenga una vuelta de tuerca).
Una identificación, un retrato, que también puede pensarme más allá de un mero reconocimiento narrativo, y que busca dar cuenta de ciertas similitudes con las prácticas cotidianas de cualquiera que sea padre. O cualquiera que sea hijo. Y en esto, entonces, también el texto es una fotocopia. Y ahora el que se siente fotocopiado es el propio lector.